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Pretencioso y codicioso
Ilustración tomada de wikimedia.org

 

Columna de opinión del periodista Julio Roberto Bermúdez

El hombre es pretencioso por naturaleza y en su diario vivir en buena medida lo gobierna la codicia. Consciente de su vulnerabilidad, para sobrevivir unas veces recurre al engaño y cuando puede a la fuerza. Es el mayor depredador de su propia especie, agresor y opresor por excelencia de los suyos.

Lo de pretencioso nos viene a la mente desde cuando a alguno de nuestros ilustres antepasados le dio por bautizarnos como Homo sapiens, cuando de hombre teníamos muy poco, apenas sí mostrábamos esa reciente posición erguida, y lo de sapiens todavía está por verse, a menos que se considere sabiduría robarle los huesos a los grandes carroñeros para sacarles la medula.

Se nos ocurren estas reflexiones porque en estos días vimos una de esas depredaciones que nos hace exclamar: “no te lo puedo creer”. Sucede que a un campesino del Huila se le ocurrió repetir el ancestral ritual del gremio, desde cuando sus antepasados recogieron del bosque aquellas semillas que consideraban promisorias, las llevaron a su “cambuche” y las sembraron.

Al año siguiente, una vez recogida la cosecha, volvieron a escoger las mejores plantas y de ellas a seleccionar las semillas superiores, así fueran fríjoles, papas, ahuyamas, cacao, tomates, o las otras frutas originarias de nuestro continente y con las que nuestros antepasados indígenas construyeron la cultura maya, azteca e inca, y utilizaron para el sustento de sus culturas e imperios.

Este ritual, de más de 50.000 años de antigüedad, a lo largo y ancho del Continente, hicieron posible domesticar unas plantas para la alimentación y otros miles para la salud, el espíritu, las ceremonias religiosas y los ritos de la vida diaria. Bueno, pues ahora tenemos que las multinacionales Monsanto, Dupont, Syngenta, entre otras, registraron esas semillas y se reprime su uso ancestral con el inmediato apoyo de nuestras autoridades.

Pretenden las multinacionales que los cultivadores compren sus semillas para cada nueva cosecha y con el apoyo de las autoridades han convertido en delito el uso de sus propias simientes. Es decir, llegaron por las tierras de nuestros indígenas y se quedaron con ellas incluso recurriendo al genocidio. La “solución final” fue real en América. Ahora van por las semillas y la cultura que se construyó en su entorno.

Creemos que este es el caso más reciente y evidente de aplicación de las políticas de dependencia, a las que con tanta frecuencia se hace referencia en las discusiones de política, solo que en este caso resulta evidente entenderla por su agresiva aplicación. (Artículo de Julio Roberto Bermúdez, periodista)

 


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