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Hay iniciativas para hacer posible la paz en el campo con los recursos disponibles

 

Ponencia de Julio Roberto Bermúdez; Del Movimiento, Vamos por los Derechos, Que lidera Iván Cepeda, Representante a la Cámara. Foro: Política de Desarrollo Agrario Integral, Enfoque Territorial, Bogotá, 18 XII 2012.

Algunos eventos permiten entender lo que pasa, o facilitan su comprensión. Si ustedes recuerdan la presentación de Rafael Mejía López, Presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, recordarán que, entre otras cosas  dijo que el modelo económico no es negociable y reiteró el respeto a la propiedad privada. A lo largo de su exposición sugirió varias políticas de desarrollo rural y advirtió la inconveniencia de una reforma agraria con expropiaciones, dándole a la propiedad, a mí entender, un carácter sagrado.

De otra parte José Félix Lafaurie, Gerente de la Federación Colombiana de Ganaderos, Fedegan, anunció su no asistencia al Foro, por considerar que nada tenía que aportarle a las negociaciones de paz. Es decir, que tuvo tiempo para participar en las conversaciones de guerra de Ralito, y ningún interés en buscar la paz con el acompañamiento de la  Naciones Unidas y la Universidad Nacional, que facilitaron este encuentro con los interesados en los problemas rurales.

Estos hechos a su vez me recuerdan mi propia experiencia, como redactor político de El Tiempo durante la campaña para la Presidencia del candidato liberal Carlos Lleras  Restrepo, y su posterior ejercicio, porque los mismos que representan estos dos gremios, en su tiempo, aliados con los partidos políticos que los representaban en el Congreso, hicieron fracasar esa iniciativa y, me parece, que es una de las causas del actual conflicto, 60 años después.

Quisiera que las propuestas de este foro sirvan para avanzar en los diálogos de La Habana y logremos la paz. Pero, si ese bien supremo no se alcanza, por lo menos que salgan iniciativas para mejorar la vida rural, que tanto territorio ocupa y tanta gente lo habita en condiciones que se pueden cambiar.

Creo, por la experiencia de los muchos años que tengo en estos temas, que las dos cosas son posibles: la paz por el diálogo, y el mejoramiento de las condiciones de vida de los campesinos, con los recursos disponibles.

Si tenemos que la ganadería, con uno de los índices más pobres de rendimientos entre las ganaderías de América Latina, utiliza 40 millones de hectáreas y con reducirlas a la mitad mejoraría sus rendimientos y liberaría 20 millones de hectáreas; que hay 14 millones de hectáreas con vocación forestal; y por lo menos otros 10 millones de hectáreas no utilizadas en agricultura, aparte los millones de hectáreas agrícolas del Estado, por expropiación a narcos, tenemos más 44 millones de hectáreas para hacer una nueva agricultura y hacerla desde hoy.

Veamos como proceder, desde ahora, a una agricultura moderna, empresarial, eficiente, con inclusión de los campesinos sin tierra o con minifundios, que se quieran incorporar a modelos asociativos de producción, en organizaciones que ya han demostrado ser eficientes en nuestro medio, así lleguen con precarias condiciones de educación, inversión y tecnologías.

No hay que ir muy lejos, un principio de solución está aquí mismo. Tomemos un caso conocido, con 84 años de experiencias: la Federación Nacional de Cafeteros, que conoce su rol y tiene compradores que le piden más café del que puede ofrecer. Y si ha sido eficiente con un altísimo número de minifundistas, ¿cómo no serlo si amplía su contingente con cooperativas de productores que manejen 100, 200, o 500 hectáreas? Sería un salto cualitativo.

En ganadería hay otro ejemplo: Colanta, la Cooperativa de Lecheros de Antioquia, que ha demostrado que en asociación se puede hacer una gran empresa con pequeños productores, si se les da asistencia técnica, comercialización y diversificación de su producción. En sus 45 años ha sobrevivido a competencias desleales y crisis sectoriales, prácticas de “dumping” en el mercado internacional y, de paso, ha contribuido a incrementar el consumo de lácteos en Colombia.

No son menos importantes, en el paisaje nacional, las experiencias de los indígenas, del Cauca, Putumayo, la Sierra Nevada, que han resistido desde la conquista hasta hoy, los intentos de desalojarnos para quitarles sus tierras, hasta competir en el mercado con sus productos, sin el apoyo que se merecen en infraestructura, educación y financiación.

Los cultivadores de palma de aceite también tienen experiencias en formas asociativas de producción, en las que pequeños productores han superado todos los obstáculos hasta ser tan eficientes como los más grandes y calificados de sus colegas, con mayores recursos en todos los campos.

Las formas asociativas de pequeños cultivadores de caña de panela les han permitido sobrevivir en cultivos de minifundio en zonas quebradas. Si lo han logrado en este campo, todo indica que lo podrían hacer en caña de azúcar, hortalizas, frutas, flores y demás. ¿Porqué no hacer con accionistas y obreros colombianos, lo que los inversionistas extranjeros, que están comprando tierras, quieren hacer, solo que con trabajadores no asociados?

 


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