Investigadores de la Universidad Nacional recomendaron a los productores de tomate en el país hacer cuanto sea posible para hacer seguimiento a los  patógenos que afectan el cultivo, revisar con frecuencia las condiciones del suelo y aplicar prácticas agronómicas preventivas para la plantación.

La recomendación la hicieron porque Colombia tiene sembradas 14.855 hectáreas de esta hortaliza con un rendimiento promedio de 28,1 toneladas por hectárea y en promedio en los últimos años ya se recogen alrededor de 480 mil toneladas, según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.

Sin embargo, el profesor Eyder Gómez de la Universidad Nacional en Palmira, el cultivo de tomate presenta en el Valle de Cauca una situación sanitaria delicada. Y señala que, debido a su importancia en términos de consumo, el estudio de este problema constituye un reto.

“El amplio uso de esta planta en la alimentación humana en forma directa y en su transformación industrial, que es sumamente importante a nivel regional, amerita estudiar los líos de sanidad y proponer nuevas prácticas agronómicas”, afirma el profesor Gómez.

Los investigadores argumentan que la concepción sistémica de la sanidad de las plantas plantea la necesidad de considerar las relaciones entre la planta y el patógeno que la afecta, así como las condiciones de uso de suelos y las prácticas agronómicas, para el mejoramiento de los cultivos.

“Usamos el compost en el suelo, como componente de supresión y equilibrio de poblaciones microbianas patogénicas, la inclusión de plantas acompañantes como repelentes de insectos y otros microrganismos fitopatógenos, así como el seguimiento del cultivo y de sus potenciales amenazas a través del tiempo”, dice el profesor Carlos Huertas, ingeniero agrónomo y magíster en fitopatología.

Con estas prácticas agronómicas limpias y un manejo adecuado de control biológico alternativo y biopreparados, se busca minimizar la presencia de problemas fitosanitarios.