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Ganadería y agricultura: uso de la tierra
uso de la tierra

 

Por Gabriel Rosas Vega*

La información de lo que en lenguaje popular se denomina la ‘ganaderización’ de la tierra agrícola no es cosa nueva. Lo cierto es que, desde hace tiempo el tema se ha ventilado en diversos escenarios y hasta el propio gremio que agrupa a los ganaderos acepta el hecho, proponiendo en su plan estratégico políticas para enfrentarlo. Entonces, se preguntarán muchos de los lectores ¿cuál es la razón para que nada se haya hecho? Desde mi punto de vista, como el país no había tomado una opción por la agricultura, la mirada displicente hacia el mal llamado sector primario, impidió sistemáticamente atender el fenómeno, bien descrito por S. Tobón, en estudio elaborado hace algunos años. De acuerdo con él, puedo decir que la clave del éxito de una política agropecuaria de cara al futuro es mejorar el uso de la tierra: ese es el verdadero reto.

Puesto el hecho en cifras, la superficie total de Colombia es de 114.17 millones de hectáreas, de las cuales 51 millones (44,7%) están destinadas a la producción agropecuaria y el resto son bosques de reserva, cuerpos de agua, eriales y zonas urbanas y periurbanas. Es claro, por supuesto, que las zonas de reserva deben ser preservadas, no sólo por motivos inspirados en la necesaria protección de los recursos naturales, sino porque las tierras que actualmente tienen uso agropecuario –dicen algunos– son suficientes para la ampliación y modernización del sector.

Del total de tierras destinadas a la producción agropecuaria, el 8,8% se dedica a la agricultura, el 74% a las actividades pecuarias, el 15% se mantiene en bosques naturales, plantaciones forestales, y el 2,2%, en otros usos.

Aprovechando la mención que se hizo sobre la suficiencia de tierras para la modernización y la ampliación del sector, sin pretender aparecer en el papel de aguafiestas, es necesario anotar que, a pesar del optimismo, hay dudas acerca de la verdadera disponibilidad de tierras de buena calidad. En efecto, con respetables razones y en contra de los entusiastas, un número apreciable de personas estima que Colombia está dentro de los países de América Latina con menor abundancia relativa de suelos arables. Según información de la FAO, apenas el 3,6% del área total puede ser incluida dentro de los suelos mecanizables. De tal manera, en el país hay alrededor de 8,5 millones de hectáreas aptas para la agricultura, pero se usan para este fin sólo 4,5 millones.

Desde otra perspectiva, es evidente que existe una notoria asimetría en el uso actual de la tierra y su capacidad de generar valor, pues las actividades pecuarias que ocupan casi dos terceras partes de la superficie participan con el 45% del valor de la producción agropecuaria, en tanto las agrícolas aportan más de la mitad del valor, pero sólo ocupan una porción reducida del área productiva. Puesto de otra manera, cada hectárea dedicada a la agricultura genera en promedio 13 veces más valor que una hectárea en actividades pecuarias.

Ante esta considerable diferencia, no cabe una observación distinta a que es indispensable poner en marcha una política que tienda a lograr la transformación del uso del suelo sin que se afecte la seguridad alimentaria. Tal propósito se puede alcanzar mediante la tecnificación de las explotaciones ganaderas. Con inventario tan precario –22 millones de cabezas–, no se puede abandonar la ganadería a su suerte, pero tampoco tolerar una ocupación desproporcionada.

*Exministro de Agricultura
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